Cuando Victoria habla solo te transmite seguridad, confianza y paz. Nunca imaginarías que fue obligada a perder su niñez. Al enterrar su amor propio y ponerle asfalto, como ella mismo explica cuando recuerda su infancia.
Sus padres se separaron, vivió en una casa llena de violencia. Su niñez la gastó cuidando la de otros, fue niñera desde los ocho años. A las 4 de la mañana se preparaba para ir a trabajar y cinco ya estaba en las bananeras.
“A las 11 más o menos regresaba a mi casa para vestirme, como trabajaba toda la mañana no tenía tiempo para comer. A veces me desmayaba. Las profesoras que me veían me daban comida.”
En Quevedo, donde ella vive, Victoria cuenta que en los hogares donde hay más pobreza solo hay dos opciones: robar o ser trabajadora sexual. Según el Ministerio de Interior el 83% de las víctimas de la explotación sexual son mujeres menores de edad y jóvenes adultas. Victoria y su hermana fueron solo dos víctimas más de la cadena.
A los 19 años, esa fue la edad en la que Victoria salió a las calles a vender su cuerpo por primera vez. En ese momento no lo sabía, pero ingresó a un mundo del cual es muy difícil salir.
Los chulqueros no perdonaban, las deudas apretaban el bolsillo y la necesidad se hacía más grande. Veía muy lejos la posibilidad de una vida libre.
‘’ ¿Acaso no tienen hermanas, sobrinas o nietas?’’ fue lo que les dijo a los cinco hombres que intentaron violarla a ella y a su hermana. Los hombres lloraron después de escuchar eso y por fortuna las dejaron en paz. Al ver que sus hijos estaban creciendo Victoria decidió ponerle un alto a la vida que llevaba, no quería que esto salpicara a su familia.
Casa mis Sueños la encontró en las calles. Después de varios años en necesidad y vendiendo su cuerpo porque no tuvo otra alternativa, la fundación llegó para brindarle esperanza.
El programa que ofrece Casa mis Sueños para las víctimas de la explotación sexual o que han sido encarceladas se realizaba en Quito. El esposo de Victoria se quedó a cuidar a sus hijos. Con mucha alegría de que ella estaba decidida.
En el programa me devolvieron mi valor y mi amor propio. Me devolvieron el valor que tengo como mujer. Me hicieron ver mis capacidades.
Acostumbrada a una vida nocturna, levantarse muy temprano le costaba. Tuvo que disciplinarse. Allí adentro se generó una familia con las demás mujeres. Sin vergüenzas, ni máscaras se hicieron hermanas.
El brillo de su sonrisa no es producto del azar, fueron muchos procesos de sanidad dentro del programa. Muchas lágrimas derramadas, fue un camino largo y duro pero liberador.
Salió del programa y aunque sus circunstancias no cambiaron, ella sí. Entre risas dice que hoy vende, cremas, mariscos, de todo, pero menos su cuerpo.
Victoria es una líder nata, dispuesta a cambiar su entorno. Es una guerrera. Dispuesta a con un machete limpiar hectáreas de terreno para poder conseguir unos metros cuadrados para poder tener su casa. A luchar para que en su barrio llegue el agua potable y lograr una mejor organización para la recolección de basura.
- Lo que más me llena el corazón es ver que mi hermana también dejo las calles solo de ver mi ejemplo, no tuve que decirle nada.
Su hijo mayor se va a graduar con honores. Cumplió su sueño de tener una hija, su princesa que hoy tiene 4 años. Quiere ser conferencista para contarles a todos su historia. ‘’Tiene que traducirme cuando hablemos en otros países’’ le dice sonriendo a la directora de la fundación.
¿Qué le dirías a las personas que viven situaciones similares a la tuya?
No hay nada más lindo que ser libre, yo vivía con temor al rechazo. Qué sí se puede salir. Hoy incluso les cuenta a sus hijos lo que vivió, enseñándoles a respetar a todos, que detrás de cada persona en las calles hay una historia. Que muchas veces la vida que llevan ni siquiera es culpa de ellos.
